La Revolución Constitucionalista de 1965 es un acontecimiento histórico eslabonado a la crisis histórica de la sociedad dominicana, y fundamentalmente aquella que se abre a partir de la muerte de Rafael L. Trujillo en 1961, y que es exponente del carácter cíclico de la crisis de hegemonía en el orden capitalista dominicano.

          La Crisis Histórica:

 

          La dictadura burguesa de tipo trujillista significó, con su alto grado de monopolio de la violencia, la reproducción de las condiciones materiales capitalistas y el control ideológico, una estabilización momentánea, aunque duradera en el tiempo, del dominio de la sociedad y el estado por una fracción minúscula cuyo eje era la persona de Trujillo.  Siendo eje de una base cualitativa y cuantitativa reducida, su equilibrio, y por ende su lógica eran de tipo catastrófico, es decir, que su pérdida significaría el desmoronamiento de ese tipo de dictadura capitalista.

          Y efectivamente, ello fue así.  El ajusticiamiento de Rafael L. Trujillo significó el inicio acelerado del resquebrajamiento de la dictadura, fundamentalmente a partir del debilitamiento del núcleo central de la fuerza armada.  Es importante precisar, que la dictadura burguesa de tipo trujillista, en sus últimos años, se encontró en el centro de la acumulación de contradicciones materiales, políticas y en su relación con el campo capitalista, lo que había determinado profundas visuras y escisiones en los centros de poder, cuestión que queda demostrada con la conspiración del 14 de Junio, por un lado, y con la composición del grupo que participó en el ajusticiamiento de Trujillo.

 

          La muerte de Trujillo, pues, es la culminación de una crisis que se gestó en el seno del orden establecido y que culminó con el momento catastrófico del desplazamiento del eje de la dictadura.  En ese momento se abre la lucha entre la herencia trujillista, sobre todo de la burguesía burocrática, los grupos oligárquicos relegados o en alianza desfavorable con el trujilismo, la pequeña burguesía emergente, sobre todo urbana, las capas populares empobrecidas y el imperialismo yanqui.  El imperialismo, con una estrategia de recambio alimentada por la política Kennedy, trata por todos los medios, de evitar que los aparatos centrales de la dictadura, la fuerza militar, se disloque o resquebraje, abriendo camino a un trastocamiento integral de la sociedad capitalista.

          Transición y Contradicción:

 

          El post-trujillismo está dominado, en el terreno estratégico, por el modelo de transición norteamericano que se planteaba básicamente lo señalado en el marco de la crisis con Cuba, es decir, impedir un proceso que alterara más la correlación de fuerzas en el área.  Sin embargo, fue como todo, un proceso contradictorio, donde las diversas fuerzas de clase y sus expresiones políticas, y el imperialismo, incidieron en las estructuras básicas del estado, las fuerzas armadas y de seguridad, para garantizar la hegemonía en el relevo y el recambio.  Y ello significó desarrollar las contradicciones en el terreno fundamental del estado; y sobre todo en un terreno debilitado por la crisis catastrófica que significó el desplazamiento del trujillismo, el cambio de la dictadura burguesa a una dictadura capitalista oligárquica recompuesta alrededor de la política imperialista y los núcleos pequeño-burgueses y oligárquicos que aspiraban al poder para reinsertar

        La dictadura burguesa trujillista garantizó una homogeneidad verticalista en las fuerzas armadas, garantía de que estas cumplieran su papel, respondiendo al esquema integral de dominación, sin fisuras de importancia.  Ello se perdió con la muerte de Trujillo y se agravó cuando cada una de las fuerzas sociales en lucha por el relevo, comenzó a tomar posiciones de fuerza para garantizar el control estatal.

          Partiendo de ese contexto, la burocracia cívico-militar de origen trujillista, los núcleos militares vinculados a la alternativa cívica, los sectores militares que comienzan a relacionarse con el populismo perredeísta, los asesores militares norteamericanos, y también, los mecanismos político-militares de organizaciones de izquierda, se movilizarían a ocupar lugares en la confrontación en desarrollo, y qu

          Golpe y Crisis

          El Consejo de Estado y las elecciones de 1962 expresan el esquema de transición sin crisis aguda del imperialismo.  Sin embargo, el resultado electoral de 1962 traducía una alianza implícita entre dos fuerzas que pugnaban por el relevo:  los núcleos burocráticos de origen trujillista y el populismo democrático burgués perredeísta, provocando con ello un aislamiento momentáneo de los núcleos oligárquicos, así como una subordinación forzada de la izquierda, y sobre todo de las bases sociales de ella.

          Sin embargo, el año 1963 significó que la lucha por el control gubernamental entraría en momentos de definiciones estratégicas para cada una de las fuerzas, en la medida en que la conspiración cívico-militar de los núcleos oligárquicos fue la vía seleccionada desde el primer momento por las fuerzas de derecha desplazadas.  Esa definición encontraba un terreno abonado en la contradicción entre el grado de desarrollo de la materialidad capitalista y el intento de recomponer la dictadura capitalista por la via democrático burguesa, es decir, el gobierno constitucional de Juan Bosch como dictadura burguesa “democrática”.  Ello expresaba, también, el nivel de desarrollo de los elementos subjetivos de la clase capitalista y sus mediaciones militares, íntimamente vinculadas a los controles del imperialismo sobre los mandos militares, sobre el monopolio de la violencia en un proceso contradictorio.

 

          La raíz del golpe de estado de 1963 la encontramos en la decisión de la clase capitalista oligárquica, los mandos militares superiores vinculados básicamente a ella y los  asesores o enlaces norteamericanos de concluir la transición por vía de un reforzamiento de la naturaleza dictatorial del estado por encima de los espacios democráticos abiertos en el terreno táctico, tanto por los mecanismos del poder como por la lucha popular.

 

          Ahora bien, el golpe de estado agregó a la crisis histórica la incapacidad directa, cívico-militar, de la mayoría de la clase capitalista en el control, uso y posesión del estado como arma de su reproducción y de opresión social y política.  Un ejemplo de ello es la política del Gobierno del Triunvirato que se caracterizó por la apertura de la brecha de la balanza de pagos, la apertura del mercado interno a las importaciones, la disminución sustancial de la actividad estatal productiva, déficit creciente del sector público, profundización de la crisis del sector azucarero, inicio del endeudamiento público, así como el desarrollo del contrabando como actividad burocrática de camarillas de poder.

          Esta situación coyuntural de agravamiento de la crisis económica coincide, como es lógico, con el incremento del movimiento social urbano en el terreno político, reivindicativo y político militar, tanto conspirativo como insurreccional.  El grado de sindicalización en el período 1961-65 (242 sindicatos), las movilizaciones estudiantiles universitarias y secundarias, las luchas choferiles y barriales huelguísticas, la constitución de varios grupos militares conspiradores o defensivos, la adopción de líneas político-militares en organizaciones de izquierda enunciaban las vías del descenlace de la trama de agudas contradicciones sociales.

          Golpe y Guerra:

 

          Se desbrozó el camino para que las vías mencionadas se manifestaran al calor de las luchas de clases y las fuerzas político militares y políticas.

 

          La primera vía claramente delimitada en el contexto de la dominación capitalista, es decir, para recomponer la dictadura burguesa fue la vía del golpe de Estado en la cúpula militar y civil, para producir un cambio en el nivel más alto de los aparatos del estado.  En esa vía coincidieron los militares del Clan San Cristóbal y los núcleos denominados constitucionalistas, cuyo objetivo táctico era desplazar el gobierno del triunvirato, aunque por sus raíces históricas y coyunturales pretendían objetivos estratégicos diversos:  unos la recomposición de la dictadura con una mayor participación autoritaria de ellos (Clan San Cristóbal), y los otros con una apertura de los espacios democráticos de la dictadura, como forma de reconciliar la debilidad de la crisis estatal y su columna vertebral (la fuerza armada) con las masas urbanas emergentes, a partir de un esquema democrático burgués.

          El 24 de abril es el desenlace de la vía golpista motorizada por la conspiración de los mecanismos perredeístas institucionalizados por Juan Bosch, la conspiración militar constitucionalista y del grupo balaguerista o de San Cristóbal, y que rápidamente se escinde y crea una relación de debilidad entre los grupos militares alzados, y entre éstos y los defensistas encabezados por Wessin.  A pesar de ello, la fracción constitucionalista se congela momentáneamente en sostener el alzamiento como alzamiento militar, como golpe seco en la cúpula social, y político militar, mientras la movilización social espontánea, o vagamente conducida y entre otros casos impulsada por la combatividad de la izquierda, crea un momento de relevo de la estrategia golpista original por una estrategia cívico-militar insurreccional, obligando a los militares constitucionalistas y otras fuerzas civiles al armamento y movilización de las masas populares.

 

          En este momento se conjugan dialécticamente, los militares constitucionalistas, las masas armadas, los cuadros político-militares de izquierda y la dirección política civil, transformando la lucha estratégica a partir de las nuevas condiciones que la necesidad de supervivencia, la lucha de masas y la dinámica del enemigo crearon en el estadillo constitucionalista.

 

          Lecciones de la Lucha Armada:

 

          Golpe e Insurrección del 24 de Abril y días siguientes, y confrontación de Guerra Patria a partir del 28 de abril con las tropas imperialistas, dejan claras lecciones políticas para las masas y las organizaciones revolucionarias.

 

          En primer lugar, que la matriz original estratégica de carácter político militar se centraba en el Golpe de Estado como método de lucha y control político, y por tanto una estrategia de carácter limitado en términos de poder extender la lucha popular territorialmente a nivel nacional, y además, de poder predecir el momento de confrontación con el imperialismo yanqui.  Al ser una estrategia democrático-burguesa político-militar, no podía a partir de su propia dinámica generar la implementación de otra estrategia político-militar centrada en las masas armadas y movilizadas, porque en última instancia no se planteaba la ruptura del orden de profundidad.  Es la irrupción de las masas en la lucha político-militar, su armamento, lo que determina el quiebre de la negativa militar a ampliar la confrontación de clases, sobre la base de presiones civiles y de cuadros político militares de la izquierda.

 

          Ello permitió ampliar el radio urbano del movimiento social al transformarlo en insurrección cívico-militar; pero ello no fue suficiente para que el radio de ampliación fuera urbano nacional, ya que los límites estaban dados por la composición clasista de los insurrectos y su ubicación espacial-territorial.   Son las clases y capas explotadas de ubicación urbana en alianza con los sectores pequeño-burgueses civiles y militares, los que motorizan el movimiento concentrándose, básicamente en la ciudad capital.

 

          La limitación clasista y espacio-territorial del movimiento, resultado y combinación de la no madurez histórico político de la sociedad y las fuerzas sociales, la limitación estratégica del modelo golpista original y la falta de una vanguardia revolucionaria unificada capaz de articular la experiencia espontánea a los rudimentos político militares de cuadros, técnica, estrategia y organización y movilización de las masas, colocaron el intento democrático burgués ante una muralla construida por las fuerzas invasoras imperialistas, en la medida en que la insurrección no pudo transformarse en una guerra de liberación nacional extendida territorialmente, y por tanto con capacidad de transformación histórica.

 

          En la sociedad dominicana y como consecuencia de las transformaciones derivadas de la ocupación militar y la reconstrucción de la dictadura burguesa, están pendientes las tareas democrático-burguesas radicales de la insurrección de abril, insurrección democrático burguesa en su contenido, pero “proletaria” por las formas radicales de lucha armada, parafraseando a Lenin en relación a la calificación de la revolución Rusa de 1905, pero asumiendo las lecciones de la particularidad del proceso histórico dominicano que sigue las leyes generales de la confrontación de clases a escala mundial.

 

          En ese sentido la Guerra de Abril es una guerra inconclusa como momento histórico de ruptura con el imperialismo, y su continuidad sólo será posible como un intento revolucionario dirigido por una vanguardia política, sólidamente asentada en la estrategia y la táctica que se deberán conformar como una fusión del movimiento social espontáneo, la tradición nacional, el socialismo científico y las mediaciones organizativas, políticas y de masas, que sean capaces de relevar abril, dándole extensión territorial, capacidad material propia a las fuerzas sociales revolucionarias y una estrategia de poder, que utilizando el conocimiento del campo enemigo permita enfrentarlo en términos de victoria aunque sea encabezado de nuevo por el imperialismo y sus tropas invasoras.